Seguramente no sabes qué es la adherencia terapéutica porque con ese nombre tan rebuscado, pues no sé yo. Pero es tremendamente importante.
Imaginemos por un momento la siguiente historia:
A Fulanito le gustaba fumar un paquete de tabaco diario, no se había visto el colesterol en su vida y le habían mandado una pastilla para la tensión que se tomaba solamente cuando la tenía alta.
El pobre Fulanito sufrió un infarto. Lo llevaron corriendo en ambulancia a hacerse un cateterismo, conectado a un monitor, más asustado que una monja con un retraso. A la vuelta, todo ha ido bien, pero lo meten una noche en la UCI sin poder levantarse ni para…
El caso es que Fulanito jura y perjura durante su ingreso que hará todo lo posible para salvarse de tener otro infarto. Que el fumar se ha acabado, que va a comer mejor y que se va a salir a andar todos los días. Y las pastillas, rajatabla.
Pues bien, se sabe por algunos estudios que solo la mitad de los pacientes como Fulanito cumplen correctamente su tratamiento inmediatamente tras el alta. Y que a partir del tercer mes hasta dos tercios habrán abandonado la mayor parte del tratamiento.
Por tanto, al grado de cumplimiento es a lo que se le llama, finamente, adherencia terapéutica.
¿A qué llamamos adherencia terapéutica?
Decimos que un paciente es adherente cuando comprende las recomendaciones del médico y las lleva a cabo completamente. Esto incluye no solamente tener voluntad de tomar la medicación prescrita, sino hacerlo sin errores. Y sin olvidos recurrentes.
Ni cambios de su cosecha como, por ejemplo, abandonar una medicación sin antes consultarlo.
Pero no solamente de pastillas vive el paciente. Hay otra serie de recomendaciones que se cumplen de manera irregular o directamente no se cumplen. Por ejemplo, continuar fumando tras un infarto multiplica por tres el riesgo de sufrir otro infarto, a pesar de lo cual casi la mitad de los pacientes siguen fumando o recaen.
Existen varios grados de adherencia terapéutica, empezando por el paciente que no cumple nada de lo recomendado y ni pisa la farmacia para recoger las pastillas. Pasando por el que tiene olvidos frecuentes o cumple más cuando se asusta. En el otro extremo está el obsesivo que teme que la ira divina se cebe con él si incumple algo de lo que le dijo su doctor.
¿Qué consecuencias tiene la falta de adherencia terapéutica?
Evidentemente, a medida que la adherencia es menor, las consecuencias son peores. Como hemos visto con los fumadores, sucede lo mismo con las personas que no cumplen la dieta o no hacen ejercicio físico tras un evento coronario.
Lo mismo pasa con los pacientes que abandonan parte o la totalidad de su tratamiento para la insuficiencia cardíaca. Al final aumenta la probabilidad de reingresar al hospital por descompensaciones y acorta los años de vida.
Los errores o tomar mal las medicaciones pueden influir hasta en el 20% de los ingresos hospitalarios. Por eso es fundamental insistir en la buena adherencia terapéutica.
Otro fenómeno que ocurre es que dejar la medicación empeora la enfermedad de base. Las enfermedades crónicas afectan nuestro estado de ánimo. Y las personas deprimidas o muy afectadas por su enfermedad son más proclives a abandonar los tratamientos, completándose este círculo vicioso.
¿Por qué hay mal cumplimiento de los tratamientos y las recomendaciones?
Pues no hay una respuesta única. Los motivos son variados. Tampoco hay un paciente tipo que sea especialmente informal con sus tratamientos. De hecho, una misma persona puede haber sido un mal cumplidor, pero recibiendo asesoramiento adecuado empezar a tomarse las cosas más en serio.
Frecuentemente se dan efectos secundarios. Si no se han explicado bien el paciente prefiere dejar el tratamiento porque se encuentra bien sin él, mientras que tomándolo se encuentra mal. Es decir, a largo plazo podrá ser beneficioso pero si a corto plazo me produce cansancio o me revuelve el estómago lo dejo de tomar.
La falta de información puede ser una causa. Si ignoramos los beneficios o sobrestimamos los riesgos de la medicación. De todas formas, casi todos sabemos que las vacunas salvan vidas y el tabaco perjudica la salud. Pues, aun así, los fumadores siguen fumando tras un infarto y hay personas que rechazan vacunarse frente al coronavirus.
Los médicos no se toman el tiempo suficiente para explicar beneficios de la medicación o los riesgos de abandonarla, porque no lo tienen, no les apetece, o piensan que el paciente no lo va a entender. Las causas de la mala comunicación entre médico y paciente son muchas. Pero una buena conversación puede resolver dudas y evitar que el paciente deje el tratamiento por un efecto secundario que puede ser pasajero, o que se puede resolver cambiando por otro medicamento parecido.
A veces los tratamientos son complicados, con muchas pastillas diferentes. Puede que influya el tipo de trabajo, estilo de vida, viajes, presencia de enfermedades que alteran el ánimo, mal soporte familiar, mala situación económica, social, etc.
¿Qué podemos hacer para mejorar la adherencia terapéutica?
En primer lugar, como médicos tomarnos el tiempo suficiente para explicar bien las cosas, o el tiempo que tengamos. Como pacientes intentar resolver las dudas que podamos tener y ser francos si creemos que el tratamiento no es adecuado. Puede ser por una creencia errónea que el médico nos puede resolver.
También es necesario concienciar más sobre este problema. Se hacen campañas publicitarias alertando de cuestiones que producen menos muertes que la falta de adherencia. De hecho, este problema se ignora por la mayoría de la población y los médicos que lo conocemos, preferimos no saberlo.
Como siempre, la tecnología. Está ahí para ayudarnos. Existen aplicaciones móviles que nos alertan, pastilleros electrónicos para recordar las dosis, programas para fortalecer los hábitos saludables, etcétera. Las alternativas son casi infinitas.
Esta tecnología también facilita el seguimiento. Está comprobado que los pacientes con seguimiento telefónico estrecho tras el alta o que pueden contactar de forma más fluida con el personal sanitario son más cumplidores. Porque pueden resolver dudas ágilmente, se les refuerza el mensaje positivo, se sienten más vigilados, entre otras cuestiones.
Otro aspecto importante es simplificar los tratamientos. Usando combinaciones que reducen el número de pastillas, por ejemplo. Así se evitan confusiones y se facilita tomar el tratamiento. No son lo mismo tres pastillas que una.
En fin, son muchas las posibilidades para mejorar la adherencia, que como hemos visto salva vidas.
Y tú ¿eres adherente?
Te espero en los comentarios.
10 respuestas
Te curras tu blog de lo lindo. Enhorabuena
Muchas gracias Juan Jose. No te cortes en hacer sugerencias.
Las personas mayores tienen el hándicap de la memoria, que muchas veces no se acuerdan de si se han tomado la pastilla o no, y ante la duda, prefieren no tomarla. Y esto sucede cuando tienen muchas patologías y toman muchas pastillas al día.
Yo aconsejo que se compren un pastillero y lo rellenen una vez por semana. Así, ante la duda, siempre puedes mirar si te has tomado la pastilla o no.
También recomiendo a «Alexa», que es un dispositivo de gran ayuda porque te puede recordar que debes tomar la medicación a tal hora.
Hay muchas maneras de recordar la toma de pastillas, así que, no debemos dejar la medicación por nuestra cuenta, esa pastillita nos puede salvar la vida.
Efectivamente Ana. La polifarmacia (tomar muchas pastillas) favorece el incumplimiento por la dificultad que conlleva. Sobre todo en personas mayores, que quieren ser cumplidoras pero tienen otra serie de barreras. Los pastilleros electrónicos, las apps, los dispositivos como Alexa, un registro de farmacia, etc. Todas son herramientas para monitorizar la adherencia. Pero la principal es que el paciente tenga una continuidad asistencial y comunicación ágil con su médico. Todo ello facilitado también por la tecnología.
Gracias por comentar.
Buenas.
Gran Artículo.
UNA DE SARTENES.
Mi difunto padre padecía cardiopatía isquémica y EPOC. Tomaba medicación variada y yo le organizaba el pastillero semanal. Bien, pues jamás tuvo ni idea ni interés mínimo en conocer qué clase de medicación tomaba. De hecho, cuando tocaba reponer pastillas e inhaladores se negaba a ir a la farmacia a recogerlos y no quería ni pagar a pesar de que el coste del «pack» completo no llegaba a 10€. Él estaba con sus facultades mentales aptas para gestionar su tratamiento pero al tener quién se lo hiciera «pasaba». Por él se hubiera dejado morir desde el primer día de diagnóstico por puro pasotismo. No sabía ni en qué consistían sus enfermedades. O sea, que si de adherencia se trata, mi padre era más antiadherente que una sartén de las caras.
Gracias por su artículo
Saludos.
Irene.
Irene, me arrancaste una carcajada. El tema es que esa generación no concebía un sistema de salud como tenemos ahora. El hecho de disponer de consultas, especialistas, medicamentos y pruebas era algo que no conocieron en el entorno en el que se criaron. Por tema cultural, solamente concebían la salud como estar bueno o enfermo. Evidentemente, interiorizar que había procesos crónicos que necesitaban un seguimiento o tratamiento de por vida era algo irracional para ellos. Este concepto, que es algo perfectamente entendible en personas como tu padre, me parece que ya debería estar superado. No obstante veo diariamente pacientes de mi quinta que como bien dices, pasan olímpicamente del tema.
Un saludo y enhorabuena por tu comentario.
Estoy enganchado desde los primeros artículos que conocí. Es difícil conjugar la divulgación de tema tan importante como la Salud, con la forma tan didáctica y a la vez amena de hacerlo. Valoro especialmente la utilización humorística en las explicaciones, tan sencillas de entender porque huye del lenguaje “científico” que solo entienden los profesionales y algunos lectores interesados en los temas. Muchas gracias, y por favor continúe publicando sus comentarios.
Pues prepárate Ramón, que ya mismo se viene el libro…
Siempre me saca usted una sonrisa, muchas gracias doctor. Yo si soy de las que hacen caso y he cambiado mi estilo de vida por completo tras el infarto, a veces pienso que fue una llamada de atención para que me pusiese las pilas y dejase el tabaco (cosa que hice por completo). Creo que se necesita una fuerte motivación para llevar todos los cambios: dejar el tabaco, cambio en alimentación, ejercicio diario, dormir bien… Todo a la vez añadido al shock del infarto y lo difícil que es la «vuelta a la vida normal» es difícil de llevar y sobretodo de entender.
Gracias por tus amables comentarios Charo.
Los pacientes expertos sois los que mejor podéis hacer de divulgadores de salud.
Un saludo.