En un artículo para la sección Zen de El Mundo colaboré en la redacción de un artículo para explicar algunas consecuencias del consumo excesivo de alcohol. Aquí voy a explicar qué es el síndrome del corazón festivo y por qué no debemos incorporar “por narices” una copita de vino a un estilo de vida sano si antes no lo hacíamos.
Frecuentemente, en las reuniones familiares y ciertas celebraciones se acaban consumiendo grandes dosis de alcohol aunque sea de forma puntual. Y con qué ganas pillamos estos eventos en estos días que corren.
Pues bien, a las consecuencias que tiene sobre nuestro ritmo cardíaco este desmadre con las copas es a lo que se conoce con el nombre de “corazón de fiesta” o síndrome del corazón festivo.
¿Una copita de vino no pasa nada no?
El vino tinto parece tener mayor potencial cardioprotector que otras bebidas alcohólicas. Se ha defendido en dosis pequeñas tomado con las comidas. La presencia en su composición de los polifenoles, sustancias responsables tanto de propiedades organolépticas como antioxidantes podría explicarlo.
El resveratrol parece especialmente implicado en ese beneficio cardiovascular mediante su participación en rutas metabólicas que intervienen en el estrés oxidativo. Otros efectos favorables son directamente atribuídos al etanol como la menor oxidación de las partículas de colesterol LDL que se implican directamente en la formación de placas de ateroma.
Otros efectos mencionados son el menor grado de agregación plaquetaria, o mayor actividad del plasminógeno (anticoagulante natural que circula por nuestras arterias) .
No obstante, en los últimos años han aparecido estudios que revelan cierta controversia. Este beneficio resultaría mas bien modesto. Sobre todo si comparamos con personas abstemias con una dieta equilibrada y que realizan ejercicio físico regular.
Alcohol, cuanto menos, mejor
Desde los años 70 fueron surgiendo estudios observacionales que mostraban en adultos sanos, que el consumo de una cerveza diaria en el caso de la mujer, y 1 a 2 cervezas en el caso de los hombres, tenía un efecto beneficioso sobre las enfermedades cardiovasculares, similar al del vino cuando hablamos de los mismos gramos de alcohol.
Este efecto sin embargo no se ve en las bebidas espirituosas como la ginebra. Por lo que se ha trasladado el mensaje a la población de que el consumo regular de vino o cerveza no solamente no es malo, sino beneficioso. Y que mientras no tomasen combinados podrían estar teniendo un consumo seguro.
Seguramente todo el mundo ha oído eso de que una o dos copitas de vino tinto diarias no hacen ningún daño. Incluso que son buenas para el corazón. Este mensaje ha ido calando mucho entre la sociedad. Sin embargo, no deberíamos recomendar el consumo de alcohol en bajas cantidades para la población abstemia.
Desde 2008 la OMS no establece un consumo permisible de alcohol. Se sabe que es responsable directo de patologías cardiovasculares como la hipertensión arterial, la fibrilación auricular, el ictus hemorrágico y la miocardiopatía dilatada entre otras.
Mi recomendación en la consulta como cardiólogo siempre es reducir lo máximo posible el consumo de alcohol. En cuestión de alcohol, por tanto, cuanto menos se beba, mejor.
¿Qué es el síndrome del corazón festivo?
El término fue acuñado en un artículo del año 1978 por Philip Ettinger. Junto a sus colaboradores describió la aparición de arritmias cardíacas en una serie de 24 pacientes. La mayoría de ellos tenían además un consumo diario excesivo de alcohol.
A este hábito regular, se añadía además un consumo excesivo previo al ingreso hospitalario, que solía coincidir con un fin de semana o una jornada festiva, como fin de año. Por ello los autores lo bautizaron como “corazón de día de fiesta”.
El alcohol actúa tanto directamente, como indirectamente a través de sus metabolitos (como el acetaldehído) en el miocardio y en las glándulas suprarrenales propiciando la aparición de arritmias.
Los mecanismos involucrados incluyen además alteraciones del sistema nervioso autónomo, de las propiedades de conducción eléctrica de los miocardiocitos, alteraciones iónicas con descenso en las concentraciones de potasio y magnesio, etc.
El síndrome implica la aparición de arritmias supraventriculares, sobre todo episodios de fibrilación auricular en personas por lo demás sanas, sin cardiopatía presente, que remiten generalmente dentro de las primeras horas de abstinencia sin dejar secuelas.
Los síntomas habituales son sensación de palpitaciones, corazón desbocado, ritmo cardíaco acelerado, u otras veces pueden ser solamente como extrasístoles (sensación de vuelcos) o incluso puede cursar de forma asintomática.
¿Qué consecuencias puede tener?
La fibrilación auricular se relaciona con ictus y hay descritos episodios de muerte súbita cardíaca en alcohólicos que podrían atribuirse a este síndrome. Pero lo cierto es que la tasa de complicaciones es baja. Por eso el “corazón de fiesta” se puede considerar una condición pasajera y generalmente benigna.
Dependiendo de los casos, habrá personas con una sintomatología menos intensa que puede que no demanden asistencia médica y ni siquiera se diagnostiquen. En otras ocasiones si el ritmo cardíaco se acelera persistentemente, por encima de unos 120 latidos por minuto, lo habitual es que se precise demandar asistencia porque se sientan palpitaciones, opresión en el pecho, nerviosismo, etc.
Parece que hay factores genéticos determinados que explican una mayor susceptibilidad a padecerlo. Cuando se combina con bebidas energéticas pueden potenciarse los efectos proarrítmicos de ambas sustancias.
Cuando hay presente una cardiopatía de base, el desarrollo de una arritmia supraventricular les puede provocar una descompensación de su cardiopatía. En estas personas con antecedentes no sería por tanto un cuadro tan benévolo.