Aquellos que seguís habitualmente el blog sabréis que considero completamente seguras las vacunas contra el coronavirus.
De hecho, acabo de colaborar con Cuídate Plus con un artículo en el que repaso toda la polémica surgida con las trombosis y la vacuna de AstraZeneca.
El problema, es que yo como profesional sanitario lo tengo claro. Pero tanto en la consulta, como a través de las redes sociales, muchas personas me siguen transmitiendo sus dudas.
Y hay que intentar tener empatía. Es lógico que todo el mundo esté un poco asustado ante una situación nueva, que nunca se había presentado en la historia.
Sin embargo, tampoco podemos dar pie a las conjeturas, habladurías o charlatanerías que circulan por la red. Muchas de ellas infundadas, sin argumentos científicos, y si me apuras, ni siquiera lógicos.
Si quieres saber por qué considero seguras las vacunas contra el coronavirus te recomiendo el siguiente artículo. De hecho, fui el primero en vacunarme dentro del hospital. ¿Porque soy un enchufado? Mejor léelo a continuación.
¿Son menos seguras porque han salido muy rápido?
A ver, voy a intentar contestar esta pregunta usando solamente el sentido común. Evidentemente las vacunas contra el coronavirus, como cualquier otro medicamento requieren una investigación. El proceso conlleva una serie de trámites administrativos. En este caso, la situación de emergencia global ha abreviado estos tiempos.
No es lo mismo sacar un tratamiento para una enfermedad que ya tiene otros tratamientos alternativos. Que sacar una vacuna para frenar una pandemia. Evidentemente se han puesto las pilas, tanto las empresas farmacéuticas como los organismos que regulan todo el proceso.
Muchos han leído que una vacuna necesita desarrollarse 10-15 años. Claro, en condiciones ideales, sería lo deseable tener el mayor tiempo del mundo para comprobar que la vacuna es efectiva.
Pero es que se ignora que ese tiempo incluye ya, el tiempo durante el que la vacuna comienza a aplicarse en la población. Es decir, durante esos años ya se estaba dando a ciertos grupos de personas la vacuna de la polio o del sarampión. Y el seguimiento de estos tratamientos es permanente.
Es decir, todas las vacunas anteriores se han ido probando, primero en grupos más pequeños y posteriormente en toda la población susceptible, y así se ha ido comprobando su seguridad y su efectividad.
¿Cómo se estudian los efectos secundarios?
En las fases iniciales que todo tratamiento tiene que pasar para su aprobación, se detectan los efectos perjudiciales más frecuentes. No todos, lógicamente, pero sí nos da una seguridad para poder lanzar ese producto concreto. ¿Y qué necesitamos para estudiar esos efectos?
Pues se necesitan dos ingredientes: tiempo y personas.
Si el efecto perjudicial se da en 1 de cada 1 millón necesitaremos al menos aplicar la vacuna en un millón de personas. Pero la estadística es caprichosa, a lo mejor con ese millón no es bastante y hace falta millón y medio.
Y luego está la latencia. Que es el tiempo entre que se administra un tratamiento y aparece el efecto secundario. Por ejemplo, los antibióticos te pueden producir diarrea durante los primeros días que los tomas. La radiación, puede provocarte lesiones al cabo de varias décadas.
Los efectos inmediatos se detectan en las fases preliminares. Pero los efectos a largo plazo pueden ser imprevisibles. Directamente es imposible adivinarlos. Por lógica. Entonces ¿estamos en manos de Dios?
A ver, pues no. Una vacuna, por su mecanismo de acción busca generar una respuesta inmune, un mecanismo que se desarrolla en días o semanas. Como ese es su efecto, se espera que sus posibles reacciones adversas, o el 99% de ellas, ocurran en ese lapso. Es altamente improbable que haya efectos al cabo de un año o varios años.
Las vacunas contra el coronavirus son seguras, pero hay miedo a lo desconocido
Como dije al principio del artículo esta es una situación sin precedentes en la historia. Y su desenlace dependerá de que se tomen decisiones correctas, valientes y bajo un liderazgo firme.
De nada sirve que los sanitarios estemos bombardeando con este mensaje, si luego sale un presidente autonómico diciendo que “a ver como reaccionan los primeros vacunados”. Ya la población está bastante acostumbrada a que los dirigentes les engañen como para encima sembrar más dudas.
Lo lógico es que, si países de la Unión Europea retiran al unísono una vacuna, desoyendo las recomendaciones de la OMS o de la EMA, sus ciudadanos desconfíen. Es como si pillas al capitán del barco con un salvavidas puesto por cubierta, pero a la vez te dice que no pasa nada, que el barco no se hunde. Pues por si las moscas buscas vías de agua.
Cuando me llamaron por teléfono para preguntarme si me iba a vacunar no lo dudé. Pero no por estar inmunizado o protegido yo. Había que empezar dando ejemplo. Así que, una vez todos en la cola, cuando volvieron a preguntar, quién quería ser el primero, levanté mi brazo y para dentro que fui.
Además, pensé: si los políticos ya se han saltado el turno, esto malo no puede ser.
¿Y qué pasa con las reacciones adversas que han salido en los medios?
Yo personalmente, noté dolor en el brazo durante dos días tras el pinchazo y poco más. Y en mi entorno cercano, todo han sido síntomas leves. Es decir, dolor de cabeza, fiebre, malestar general, escalofríos, cansancio, dolores musculares, etc. Nada que no cure un buen chute de paracetamol.
Pero evidentemente eso no vale nada. La ciencia no se guía por la experiencia personal de uno o de su vecina. Los efectos se van monitorizando con sumo detalle en todos los miles de vacunados. Los ojos de todas las agencias internacionales están puestos en ello permanentemente.
De ahí que se haya armado tanto revuelo con el episodio de las trombosis y AstraZeneca. Y eso que la cifra es no significativa. Pero los medios están sobre la pista y en este mundo globalizado e hiperconectado, todo salta a la opinión pública, rápidamente y sin filtros.
Pero los datos fríos están ahí. La vacuna AstraZeneca es la que menos efectos secundarios tiene registrados. Y el número de trombosis es equiparable al de las otras marcas, con la salvedad de que se esté investigando la trombosis de senos cerebrales.
Las vacunas contra el coronavirus salen ganando en el balance riesgo-beneficio
Para concluir, el que las vacunas hayan salido en poco tiempo se debe a la colaboración internacional y a unos trámites más ágiles. Porque la situación así lo requería.
Es lógico que, en una situación nueva, se planteen dudas entre la población. Los profesionales debemos ser comprensivos con ello y combatir la desinformación.
Del mismo modo las administraciones y los políticos, deben ser responsables y no caer en el discurso de la incertidumbre. Solamente siembra más dudas y genera desconfianza entre las personas.
Viendo como se repiten las sucesivas olas de la pandemia, agotando los recursos económicos y cebándose con los más vulnerables, tenemos clara una cosa. La única vía para acabar con esto es la inmunización global. Mejor cuanto más rápida.
Y por supuesto confiando en unas vacunas contra el coronavirus que son seguras, porque así lo han demostrado en los ensayos clínicos.