Recientemente he escrito sobre el tema del descanso y su relación con las enfermedades cardiovasculares en un artículo de CuidatePlus. Aquí voy a centrarme en dormir la siesta ¿Echar una cabezada después de comer es entonces una costumbre saludable?
La siesta es tan española como la tortilla de patatas o el gazpacho y hemos presumido de ella tanto como de nuestra dieta mediterránea, atribuyéndole propiedades beneficiosas para la salud. No obstante, ¿qué hay de cierto en ello?
La siesta no solamente existe en España
En primer lugar hay que aclarar que la tradición de echar un sueñecito después de comer, o a mediodía no es exclusiva de nuestro país. Sí es más frecuente en países cálidos, tras almorzar, para resguardarse en casa de las horas de más calor en el exterior.
El vocablo hace referencia a la hora sexta romana, que equivaldría a las 12:00h. En Italia es una costumbre tan extendida como en España. Y lejos de asociarse con la pereza o la vagancia como podríamos pensar aquí, en algunos países asiáticos es un derecho laboral reconocido y se considera que el que duerme siesta lo hace porque ha trabajado duramente.
La siesta es común en muchas culturas pero no solo eso, sino que debido a la globalización, en muchos países donde no había tradición se ha importado. En todas partes tiene sus partidarios y también sus detractores. Científicamente hay estudios que han demostrado ciertos beneficios a nivel mental, pero del mismo modo, se ha asociado con problemas cardiovasculares y deterioro cognitivo
Supuestos beneficios de dormir la siesta
Fundamentalmente mejora la capacidad de alerta y concentración. También parece haber una mejoría en la memoria a largo plazo. Esto es contradictorio con otros estudios que la han relacionado con el desarrollo de deterioro cognitivo.
Estudios en niños y adolescentes han sugerido que combinar un buen descanso nocturno con siestas diurnas potencia el aprendizaje. Parece que la siesta es particularmente buena para nuestro desarrollo cerebral cuando somos muy jóvenes.
Sin embargo, en el otro extremo de la vida, el número de siestas y su duración parecen tener efectos más bien perjudiciales, potenciando el desarrollo de deterioro cognitivo, aunque podría ser que las siestas numerosas y largas sean una manifestación de que ese deterioro está cada vez más presente.
Hay varios aspectos que pueden influir en estos beneficios de la siesta como la duración y número de las siestas, momento del día, calidad del sueño nocturno, y la presencia de inercia del sueño, ese estado de sopor y torpeza en el que nos metemos cuando dejamos sonar el despertador cinco minutitos más.
La duración de la siesta es clave
Si analizamos los datos disponibles a nivel cardiovascular, un aspecto parece clave y es que la duración de la siesta influye. Por encima de 20-30 minutos el riesgo cardiovascular aumenta de forma lineal. Por debajo el efecto puede ser neutro o protector, es decir que 20 minutos de siesta pueden tener un efecto reductor de eventos adversos cardiovasculares.
O sea, que como pasa con la hipertensión arterial parece haber una curva en J, o dicho de otra manera que en el término medio está la virtud.
Otros investigadores han encontrado una curva similar relacionando la duración de la siesta con el riesgo de desarrollar diabetes mellitus.
Esto no es extraño ya que sucede en la naturaleza de forma frecuente con otras exposiciones. Algunos estudios encontraron esta relación en J también con el consumo de alcohol. El mejor ejemplo es la hipertensión arterial ya que la mortalidad aumenta a medida que las cifras de presión son mayores, pero si bajamos la tensión por debajo de un umbral aparece también un aumento de la mortalidad.
¿Entonces es bueno dormir la siesta?
La respuesta como siempre es que depende. Probablemente una siesta corta nos va a dar ese plus de energía que nos permitirá estar más concentrados y alerta. La sensación tras este tipo de siesta es de descanso y recargaremos puntualmente un déficit de sueño que hemos tenido por alguna causa.
Con el paso de los años dormir una o varias siestas a lo largo del día puede ser expresión de que nuestro ritmo vigilia-sueño se ha alterado. Esto implica cambios en nuestro organismo a nivel de muchos órganos y tejidos, siendo el fundamento de los efectos perjudiciales, como la diabetes, la depresión, las enfermedades cardiovasculares o la aparición de demencia.
Preservar este ritmo sueño-vigilia requiere tener una higiene de sueño adecuada, respetando la hora de acostarnos, siendo regulares con las horas de sueño, propiciando la actividad física y exposición a la luz solar durante el día, evitando trasnochar en exceso, fraccionar el sueño, etcétera.
Incidir en preservar un buen ritmo sueño-vigilia deberá ser una faceta adicional que trabajar entre médicos y pacientes. Tan importante es recomendar la actividad física o una dieta adecuada como abordar la calidad de su sueño o de sus relaciones sexuales.