Dormir bien protege tu corazón casi tanto como una dieta sana o la actividad física. Se insiste mucho en cuidar la alimentación, hacer ejercicio físico, no fumar, no abusar del alcohol, cuidar el estrés, etc. Pero poco se habla del sueño.
En un artículo de este Blog ya hablé sobre la siesta que, en una dosis correcta, podría ser beneficiosa, pero de manera excesiva, perjudicial.
También he escrito aquí sobre roncar y la apnea del sueño. En ciertos casos, puede tener también repercusiones sobre nuestra tensión arterial, provocando arritmias y otros problemas.
Y en CuídatePlus escribí ya sobre la importancia del sueño sobre nuestra salud cardiovascular y por qué debemos preguntar a nuestros pacientes sobre ello.
¿Se te pegan las sábanas? ¿No tienes sueño reparador? ¿Duermes como un lirón? Pues te interesa este artículo, porque dormir bien protege tu corazón de muchos problemas.
Mientras estás durmiendo
Cuando dormimos se producen una serie de cambios en nuestro cuerpo. Hay variaciones de la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la respiración. Estas variaciones se producen en respuesta a las distintas fases del sueño. Y obedecen a los estímulos del sistema nervioso autónomo.
Esta parte del sistema nervioso es la que controla nuestras funciones autónomas, como los latidos de nuestro corazón, la digestión o la respiración. Y tiene dos partes, el simpático y el parasimpático. El primero tiende a elevar la presión sanguínea y nuestras pulsaciones. El segundo tiene acciones contrarias.
Durante la fase del sueño conocida como REM, llamada así del inglés “rapid eye movement”, hay un predominio del simpático. Hay movimientos rápidos de los ojos, cambios bruscos en la frecuencia respiratoria y también aumenta la variación de la frecuencia cardíaca y la presión arterial. En las fases no REM predomina el parasimpático, siendo máximos el descenso de frecuencia cardíaca y presión arterial cuanto más profundo es el sueño.
Los microdespertares nocturnos son naturales en cualquier persona. Pero pueden estar acentuados en ciertos trastornos del sueño. Provocan subidas de presión arterial y de la frecuencia cardíaca de forma súbita, que pueden relacionarse con accidentes cardiovasculares.
La caída de la presión arterial
En las primeras horas del sueño va cayendo progresivamente la tensión arterial. Alcanza el máximo descenso a las dos horas de quedarnos dormidos aproximadamente. En esta fase de sueño profundo, de ondas lentas, la presión arterial alcanza su valle máximo. En promedio, durante todo el sueño, la presión cae de media un 20%.
Este patrón se conoce como dipper. Se considera normal cuando hay una caída entre el 10 y el 20% de la presión arterial sistólica y diastólica que tenemos despiertos. Cuando la tensión no se modifica, se conoce como patrón non dipper. Si al revés, la presión sube durante el sueño esto se conoce como raiser.
Lo importante de estos patrones es que la ausencia de la caída, de patrón dipper, se relaciona con complicaciones. Más riesgo de ser hipertenso, de insuficiencia cardíaca, enfermedad en las coronarias, arritmias, diabetes, etc. Por eso lo sano es ser dipper y los trastornos del sueño pueden originar patrones distintos de la presión.
La manera de identificar estos patrones es colocando un monitor de presión arterial tipo Holter. Esto es un registro que el paciente suele llevar puesto durante 24 horas.
Para poder corregirlo es fundamental la actividad física matutina. Las personas sedentarias tienen más riesgo de ser non dipper y las personas activas suelen tener descensos más acusados de presión arterial mientras duermen. También hay que corregir otros trastornos como la exposición a estrés, la deprivación de sueño, o los despertares nocturnos que puede provocar la apnea del sueño.
¿Dormir pocas horas o muchas horas?
En cuanto a la cantidad de sueño, hay una relación con las enfermedades del aparato circulatorio, tanto por exceso como por defecto.
Los mayores riesgos los tienen las personas que duermen menos de 5 horas y aquellas que duermen por encima de 9 horas diarias. Actualmente la recomendación es dormir entre 7 y 8 horas diarias. O sea, que en el término medio está la virtud. No obstante, más de un tercio de las personas no alcanzan estas horas de sueño.
Dormir poco se relaciona con mayor riesgo de infarto, ictus, hipertensión arterial y diabetes. Probablemente por los efectos de la interrupción del sueño sobre la frecuencia cardíaca, la tensión, pero también por otros mecanismos, como la inflamación de nuestras arterias o el efecto sobre el sistema inmune.
Por otro lado, dormir mucho puede provocar alteraciones similares, aunque no se conocen del todo los mecanismos implicados.
En la sociedad moderna dormimos de media bastante menos que antes. Además, la calidad de nuestro sueño ha disminuido. Este empeoramiento del sueño va de la mano con la pandemia de enfermedades cardiovasculares en lo que llevamos de siglo.
Dormir bien protege tu corazón
Tener insomnio es básicamente dormir poco. Puede que tardemos en conciliar el sueño, que tengamos muchos despertares nocturnos o que nos despertemos de madrugada y ya no seamos capaces de pegar ojo.
Muchos problemas de salud, como la depresión y la ansiedad, provocan alteraciones en nuestro corazón. Y probablemente el vínculo principal sea por los trastornos del sueño asociados. En este caso, parece que la falta de sueño puede ser causa y consecuencia.
Al margen de las alteraciones en la presión arterial, cuando dormimos mal, comemos más y lo hacemos peor. Con lo que engordamos más. Esto es porque la falta de sueño estimula en nuestro cerebro la necesidad de meternos para el cuerpo comida basura. De ahí que exista mayor riesgo de diabetes, obesidad e hipertensión arterial. Y con ellas, sobrevienen los problemas cardíacos.
Combatir el insomnio pasa por replantearnos nuestro estilo de vida. Tenemos que ser más activos físicamente, para que nuestro sueño sea reparador, como pasa con el patrón dipper. Pero también tenemos que liberarnos de otra serie de condicionantes, como el estrés, o malos hábitos que vamos adquiriendo durante la vida adulta y que van empeorando nuestras horas de sueño.
Entre ellos están los tóxicos como el alcohol y el tabaco. También pensamos que una pastilla milagrosa combatirá el insomnio, pero muchas veces, estos tratamientos terminan cronificándolo. Es decir, que acabamos entrando en un círculo vicioso durmiendo cada vez peor.
Porque el insomnio no se adquiere de golpe, es un trastorno que se va instaurando lentamente. Debemos reeducar nuestro cuerpo para ir volviendo a descansar las horas que necesitamos. Para eso pueden ser necesarias medidas de higiene de sueño y también terapia psicológica para reiniciar nuestro reloj interno.
Conclusiones
El sueño es un periodo en el que se producen cambios a nivel circulatorio, que son guiados por el sistema nervioso autónomo.
Uno de los cambios que se relacionan con complicaciones cardíacas es la desaparición del patrón dipper.
La duración del sueño, por exceso o por defecto, se relaciona con problemas cardiovasculares.
La mala calidad del sueño, como en el caso del insomnio, provoca alteraciones a muchos niveles, que propician la aparición de enfermedades del aparato circulatorio.
Sanar nuestro sueño, es una tarea importantísima, tanto como una adecuada dieta o el ejercicio físico. Por eso, dormir bien protege tu corazón.
4 respuestas
Estupendo artículo….Cómo siempre. Gracias.
Gracias Rosario. Me alegro de que me sigáis desde hace tanto. ¡A por los 50 artículos!
Gracias por el artículo ,el tema en cuestión me interesa especialmente.Saludos.
Buenas noches Ana. El sueño lleva estudiándose mucho tiempo, demasiado para la poca atención que le prestamos.