Cuando tenemos la presión arterial alta de manera mantenida, se producen daños en varios órganos. El daño en el corazón es a lo que llamamos cardiopatía hipertensiva.
Este daño se puede detectar en determinadas pruebas. A medida que aumenta, tenemos más riesgo de complicaciones.
Generalmente se basa en un aumento de grosor del músculo cardíaco. Pero hay más cambios.
¿A qué llamamos hipertrofia ventricular? ¿Cómo podemos ver si existe cardiopatía hipertensiva? ¿Qué pruebas hacen falta?
¿Es posible que con el tratamiento adecuado ese daño desaparezca?
¿Qué complicaciones puede darnos?
Si piensas que tener un corazón musculoso es bueno, mejor léete este artículo.
¿Qué es la hipertrofia ventricular?
La presión arterial que medimos con el manguito de presión es la fuerza que ejerce la sangre al circular por los vasos sanguíneos. El problema es que este exceso de presión daña los distintos órganos. Como sucede con los electrodomésticos de casa si hay picos de voltaje en la red eléctrica. O como cuando se inunda un local porque ha explotado una cañería.
Para poder bombear la sangre contra esta alta presión de la red vascular el corazón tiende a hacerse más musculoso. El ventrículo izquierdo concretamente, que es el fuelle, aumenta entonces el grosor de sus paredes. Así puede vencer la presión que hay en el circuito arterial.
A este aumento de grosor del ventrículo izquierdo es a lo que se llama hipertrofia ventricular.
¿Qué consecuencias tiene la hipertrofia ventricular?
Este aumento de grosor no es bueno, porque las fibras musculares al hacerse más gruesas se relajan peor. Y un corazón que se relaja mal, se llena de sangre con dificultad. Al estar más musculoso y rígido aumenta la presión dentro del ventrículo.
Un ventrículo que funciona a alta presión tiende a consumir más energía empeorando su rendimiento. Por eso es un factor de riesgo para padecer anginas o infartos.
Al haber más presión en la arteria aorta, también puede dilatarse. Eso quiere decir que se hace más grande. Y eso pasa porque el exceso de presión va dañando su pared, perdiendo su elasticidad y haciéndose más rígida.
También esta presión se transmite por el resto de las cámaras cardíacas. La siguiente cámara que se afecta es la aurícula izquierda. Pero la aurícula izquierda no es capaz de hacerse más musculosa. Se va dilatando. Y eso la hace más vulnerable a sufrir una arritmia llamada fibrilación auricular.
Además, ese exceso de presión puede seguir transmitiéndose desde la aurícula izquierda a las venas pulmonares. En la circulación pulmonar este exceso de presión es el responsable de la falta de aire con esfuerzos, el síntoma fundamental de la insuficiencia cardíaca.
¿Cómo diagnosticamos la cardiopatía hipertensiva?
Lo primero es diagnosticar bien la hipertensión arterial. Luego habrá que ver si hay repercusión sobre el corazón. Esto se puede ver con un electrocardiograma, pero cuando ya hay cambios en el electrocardiograma, ha pasado tiempo, porque necesita mucha hipertrofia para detectarla.
La prueba principal es el ecocardiograma, que permite medir los grosores de las paredes del ventrículo. Otra forma de medirlos es con resonancia cardíaca. También podemos medir como se dilatan la aorta o la aurícula izquierda. Esto a veces, si es notable, se puede ver en una radiografía de tórax.
Además, con el ecocardiograma podemos medir las presiones en el corazón y la circulación pulmonar. Eso nos sirve para saber si debido a ese exceso de tensión arterial está habiendo repercusión en el funcionamiento del corazón.
Como hemos dicho, estas presiones elevadas pueden producir falta de aire. Y si son demasiado altas o bruscas, incluso edema agudo de pulmón.
¿Qué complicaciones puede darnos?
Un corazón excesivamente musculoso consume más energía. Es un corazón más vulnerable para padecer falta de riego, por lo que el riesgo de infartos o anginas es mayor.
El riesgo de arritmias también es mayor, concretamente de padecer una fibrilación auricular. Porque se va dilatando la aurícula izquierda.
Con el tiempo la congestión en la circulación pulmonar provoca fatiga de esfuerzos cada vez más livianos. Eso es lo que se conoce como insuficiencia cardíaca. Es decir, el corazón no es capaz de trabajar correctamente con tanta presión.
Además, el exceso de presión daña otros órganos. En el riñón provoca pérdida progresiva de la función depuradora de los riñones, es decir, insuficiencia renal. Esta pérdida de función renal empeora más si cabe la hipertensión, empezando un círculo vicioso.
Pero también daña órganos delicados como nuestras retinas, generando pérdida de visión.
En el cerebro el exceso de presión produce también sus daños. En forma de pequeñas hemorragias que se van acumulando progresivamente. O causando estragos importantes, como infartos o hemorragias cerebrales que pueden limitarnos mucho la calidad de vida.
El tratamiento de la cardiopatía hipertensiva es controlar la presión antes de que se produzcan daños
Una dieta con menos de 5 gramos de sal diarios, rica en vegetales y pescado, reduciendo lo máximo posible el alcohol ayudará a controlar nuestros niveles de presión arterial. Y comer menos alimentos ultraprocesados y menos azúcares también nos ayudará.
Reducir el sobrepeso practicando ejercicio físico regular mejora los niveles de presión arterial. Además, hay que estar atentos en personas obesas que puedan ser roncadores. Porque entonces puede que la presión sea muy difícil de controlar si no se pone tratamiento para la apnea.
También debemos evitar ciertos fármacos, como los antiinflamatorios, porque al tomarlos se disparan nuestras cifras de presión arterial.
Por último, está el tratamiento farmacológico. Estos medicamentos se pautan y hay que seguirlos de por vida, no guiándose por las cifras de presión arterial que se tengan ese día. Son tratamientos crónicos para regular la presión y hacen su efecto cuando se cumplen diariamente.
Cuando se modifican los estilos de vida y se toma adecuadamente el tratamiento podemos conseguir que la hipertrofia se reduzca. Pero, aunque no lo consigamos, podemos detener el resto de las consecuencias negativas que hemos visto.